Reloj

sábado, 23 de agosto de 2014

Junto al mar

Me siento en la orilla del mar perdiendo mi mirada en la grandiosidad de su horizonte mientras mis pulmones se deleitan con aire de mar, mi corazón se relaja tras el estrés de la ciudad y mi alma se renueva con la pureza y la tranquilidad que el mar me ofrece. No puedo evitar pensar en aquellos que no pueden deleitarse con el privilegio del que yo disfruto. Vagos son los recuerdos ya de aquellas sociedades que disfrutaban de los pequeños momentos que nos brinda la naturaleza y pocos los que aun nos dejamos cautivar con sus placeres. Sin embargo, muchos los que se agitan como hormigas en busca de la felicidad que dicen da el dinero.
Muchos son los que caminan sordos y ciegos entre la inmensidad de la jungla de hormigón, y pocos los que paran a escuchar el silencio y el revoloteo de las aves con fascinación y admiración.
Tigres de bengala se convirtieron aquellos que están dispuestos a alimentar el suelo con sus lágrimas por dolor ajeno y los que son capaces de librarse de todo tipo de influencia externa con la que nos bombardean sin cesar.
Encarcelada quedó la razón por la mera avaricia que condenó a la humanidad a vagar por prados grises dirigidos por impulsos artificiales lejos de la belleza y la humanidad que antaño caracterizaba a la sociedad Europea, encerrada y esclavizada por deseos de alimentar cosas externas en vez de alimentar cuerpos y mentes.
Al rico de poco le sirve poder permitirse viajar a los lugares mas bellos del mundo si es incapaz de poder disfrutarlos y saborearlos. Y juntos nos dirigimos hacia el ocaso de la civilización mientras que los pocos que aun conservamos los ojos y los oídos clamamos en gritos silenciosos el despertar y el renacer de las mentes esclavizadas.
Sueños rotos los que clamamos paz en el mundo rodeados de caos y demencia, nos condenan a vivir en la incertidumbre por el egoísmo que impera de los que maltratan la vida y a los vivos.
Solo las olas rozando mis pies consiguen llevarme de vuelta al lugar donde mi cuerpo está sentado y mientras me tumbo y cierro los ojos dejando que el sol del atardecer ilumine mi rostro y que el sonido de los niños jugando en la arena alimente mis oídos pienso en que tal vez sean esos niños quienes consigan que los tigres de bengala corran en manada por los prados florecidos y verdes de nuevo.