Ya esta, se acabo! Como se dice tradicionalmente, me apeo
(me bajo) de este circo mediático e hipócrita.
Había pensado escribir esta reflexión con metáforas e
incluso con una fábula, pero prefiero ser explícito porque siento que es la
única forma de que me pueda desahogar un poco.
Decido apearme de la mentalidad que está surgiendo ahora del
“opinador compulsivo” en la que casi la opinión precede a la noticia. En la que
a los 5 minutos de la noticia ya están todos los hijos de twitter y de facebook,
inundando de bits la red con sus opiniones tan necesarias e imprescindibles
para que el mundo progrese y tan profundas como lo pueda ser un titular de
prensa.
Estoy un poco cansado de que se realicen tertulias (no me
gusta utilizar la palabra debate porque la han prostituido) estériles,
viscerales y sin sentido sobre por ejemplo unos titiriteros que representan una
obra de teatro, en donde todo el mundo o gran parte de él, bien por redes
sociales, desde su salón, el bar o el plató de televisión emitan sus juicios y
sus posiciones, cuando ni el 5% de estos opinadores compulsivos han tenido la
decencia de dedicar unos minutos de su vida a ver la obra y a cómo esta, se desarrolla. Es mucho más fácil
hablar que conocer…. O que por ejemplo se hagan debates que duran días sobre si
en los desfiles los gais deben de llevar tangas o no, cuando nadie se para a
pensar por ejemplo por cómo van los tronistas y pretendientes vestidos en
programas basura como mujeres hombres y viceversa en pleno horario infantil….
Insisto, falsos debates estériles, hipócritas y cansinos.
Ya no estamos en la sociedad de la información como se nos
dice, estamos en la sociedad de la anécdota en el que la más estúpida situación
como por ejemplo cortar una flor del césped, es merecedora de ser llevada a
portada de un periódico importante como si no hubiera nada más relevante sobre
lo que informar. Creemos que desde nuestro salón de casa podemos conocer el mundo y cambiarlo a golpe de twitter, y lo que realmente ha pasado es que hemos perdido la perspectiva de la realidad. Parece como si
nos hubiéramos convertido en meras máquinas que fabricamos en serie opiniones, absolutamente
de todo y al dictado de lo que a los medios les parece relevante. De repente
somos unos expertos politólogos de oriente medio que pueden saber sobre el
futuro del ISIS o cómo va a evolucionar la situación. A la semana que viene
somos unos expertos animalistas con años de experiencia capaces de saber cómo
funciona la tauromaquia y a la siguiente semana, somos unos expertos
economistas que saben sin margen de error cómo va a evolucionar la bolsa…. Ya
vale señores, con esta actitud estamos banalizando y subestimando la
complejidad de nuestra sociedad, y la estamos reduciendo a meras opiniones de
salón.
La actitud del “opinador compulsivo” no solo es hipócrita y
pedante, sino que tiene también un grado de peligrosidad porque desvirtúa la
esencia del debate, que es poner puntos en común e intentar llegar entre todos
a una solución, y se sustituye por formatos televisivos que fomentan la
polémica, la riña, los insultos y las descalificaciones en donde la gente
enchufa estos canales, para saber qué opina su bando y así al día siguiente ir
al bar con el argumentario de su bloque aprendido. Inconscientemente estamos
sustituyendo nuestro criterio por los de otros señores encorbatados y sentados
delante de una cámara que en ocasiones saben incluso menos que nosotros, y que
se les presenta como “tertulianos” que parece que esta palabra justifica y
blanquea cualquier barbaridad que puedan decir.
Es ridículo poder saber las posiciones de los tertulianos de
la sexta noche, por nombrar la tertulia más famosa, sobre un tema incluso antes
de que empiecen a debatirlo. Es como si salieran al plató a representar una
obra de teatro en el que nunca en ningún tema hay consenso entre los dos
bloques. Siempre cada bloque está representado por las mismas personas, son
como trincheras que nunca pueden abandonar.
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